Los modelos que, en lugar de promover la autonomía, el pensamiento crítico y la creatividad, se centren en lo que creemos que el niño debe alcanzar, tienen repercusiones negativas sobre el niño y la sociedad. Estándares imposibles llevan a un intento de moldear a la fuerza el comportamiento, las emociones y los procesos cognitivos de los niños. Para lograr el Desarrollo Integral del Ser, tendremos que buscar formas de crianza basadas en el amor, porque no basta sentir que amamos a nuestros hijos con todo el corazón o proveerlos de todas sus necesidades materiales. Nuestras acciones tienen que demostrar también cómo se ama.
Por: Dra. Silvia Casabianca Zuleta – Eyes Wide Open
La psicoanalista suiza Alice Miller[1] utilizó el término pedagogía venenosa para criticar una serie de prácticas típicas de las familias y las escuelas donde prevalece un modelo autoritario. Los niños son reprimidos, castigados y maltratados, y luego se les dice que es por su propio bien, en un intento de validar el castigo abusivo y aduciendo que el niño se lo buscó. Este tipo de disciplina, argumentan sus practicantes, forma carácter. “La pedagogía venenosa es una frase que utilizo para referirme al tipo de educación y crianza dirigido a quebrantar la voluntad de un niño y convertirlo en un sujeto obediente mediante la coerción, la manipulación y el chantaje emocional,” dice Miller. “El niño maltratado y descuidado está completamente solo en la oscuridad de la confusión y el miedo”.
Necesitamos desarrollar nuestra capacidad para amar
Tendremos que buscar formas nuevas de crianza basadas en el amor porque ese es el cimiento desde donde se construye la solidaridad. No, no basta sentir que amamos a nuestros hijos con todo el corazón o proveerlos de todas sus necesidades materiales. Nuestras acciones tienen que demostrar también cómo se ama y pienso que en eso fallamos todos como sociedad.
No me voy a cansar de repetir lo convencida que estoy de que la solución a los problemas que experimentamos en el mundo depende de cómo los seres humanos logremos desarrollar nuestra capacidad para la empatía y la compasión. Las vías del poder, la fuerza y las amenazas, no conducen a la paz y mucho menos al entendimiento entre los seres humanos. Por ejemplo, una mamá que constantemente grita y pierde el control, un padre que tira puertas, agrede y amenaza al niño, no puede esperar que su hijo de tres años sea dulce, calmado y obediente (si acaso, sumiso y asustado). Si el drama funciona para el progenitor, el niño lo adoptará como estrategia también. Es importante entender que los métodos patriarcales jerárquicos, que todavía priman en nuestras relaciones familiares, en la crianza de nuestros hijos y en la escuela, no constituyen el mejor cimiento para crear una sociedad más compasiva. El castigo corporal, por supuesto, no corrige (tal vez temporalmente) la transgresión social, pero puede en cambio generar un efecto dominó. El papá grita al niño, el niño grita al hermanito. El hermano mayor matonea al pequeño, el pequeño o se inhibe y responde desde el miedo y la evasión o aprende a ver las relaciones como conflictos de poder en los cuales agrede o lo agreden.
El castigo físico a un niño entre los seis y los nueve años predice niveles más altos de comportamiento antisocial solo dos años después.[2] Y no existe evidencia de que el castigo físico de resultados como estrategia de crianza. Es clave que los padres tengan acceso a programas que transmitan técnicas de crianza positiva, que sí han demostrado ser efectivas.
Disciplina inductiva
A comienzos del siglo pasado, la psicoanalista Melanie Klein desarrolló una teoría sobre la importancia de reconocer los impulsos destructivos que experimentamos (desde que nacemos, creía ella) hacia aquellos a quienes amamos y cómo la posibilidad de reparación del daño causado o imaginado se vuelve esencial para la salud mental. Así mismo Martin Hoffman, a quien mencionamos antes, cree que la disciplina inductiva incorporada a la crianza puede ayudar a desarrollar empatía y disminuir la culpa y la vergüenza del niño porque le da la posibilidad de ponerse en los zapatos el otro y después desplegar una conducta reparadora.
Krevans y Gibbs[3] corroboraron la teoría de Hoffman. Los niños criados con disciplina inductiva son más empáticos. La expresión de desilusión por una conducta inapropiada del niño también muestra una correlación positiva con una inclinación prosocial.
La disciplina inductiva, asociada con un estilo democrático de crianza, se caracterizará por la afectividad, la comunicación clara y la escucha atenta. Toma en cuenta las necesidades emocionales de los niños y sus intereses, pero puede incluir demandas y control. Se espera que este tipo de crianza contribuya a la autonomía y el autocontrol, al desarrollo de la autoestima y a la responsabilidad. La meta es en últimas construir un ambiente familiar y escolar con un bajo nivel de conflicto donde pueda florecer la empatía.
Métodos de crianza y educación que violentan al niño
Gracias a la excelente pluma de escritores como Charles Dickens, quien describió en sus libros el maltrato de que eran víctimas los niños durante la era victoriana, tenemos una clara imagen de lo que no deber ser. Pero 200 años después todavía encontramos que la agresión psicológica (gritos, apelativos ofensivos) y el castigo corporal (sacudidas, golpes, cachetadas, azotes) son todavía frecuentes.
La UNICEF evalúa periódicamente la frecuencia del uso de estos métodos de crianza. En el 2017, alrededor de 300 millones de niños de dos a cuatro años en todo el mundo habían experimentado una disciplina violenta por parte de sus cuidadores de forma regular. Estos métodos de crianza afectan profundamente a los niños pequeños. “Independientemente del tipo, todas estas formas son violaciones de los derechos del niño” (UNICEF).
Es problemático que los padres y los educadores continúen enfocados en modificar el comportamiento sin entender qué lo motiva. Incluso la psicoterapia se ha centrado principalmente en intervenciones conductuales. ¿Ha funcionado? Los estudios demuestran que no es así.
La autora Mona Delahooke, en su libro Beyond Behaviors: Using Brain Science and Compassion to Understand and Solve Children’s Behavioral Challenges (Más allá del comportamiento: Usando la ciencia del cerebro y de la compasión para entender y resolver los retos comportamentales de los niños), dice que muchas de las conductas difíciles de los niños son subconscientes, involuntarias y ocurren porque el niño ha reaccionado desde su primera respuesta al estrés, porque percibió una amenaza. Ella invita a los adultos a considerar que los menores tienen sistemas nerviosos en formación y que no los vean como niños problema.
Muchos países aún toleran formas de castigo físico que en otros lugares se consideran abuso. Existe una fuerte evidencia de que el dolor (tanto emocional como corporal) infligido por un cuidador interrumpe tanto el apego entre padres e hijos (causando lo que se conoce como trastorno de apego reactivo) como la regulación emocional del niño.
Alternativas que se centran en el SER
Entonces, ¿Cómo dejar de hacer énfasis en el comportamiento del niño para enfocarse en la necesidad de nutrir sus necesidades emocionales?
Hace un siglo, Alfred Adler, colega y crítico de Freud, también se interesó en la relación del niño con sus padres y cómo el estilo de crianza afectaba su comportamiento. Creía que la motivación central de todos los humanos era pertenecer y ser aceptados por otros. En el año 1920 creó talleres para padres y profesores en Austria, convencido de que la educación y la crianza eran la clave para transformar la sociedad.
Influenciado por los escritos de Adler, Rudolph Dreikurs, ideó un modelo de disciplina social y trajo las ideas de Adler a los Estados Unidos. Suponiendo que todos los niños buscaban conectar, pero que su evaluación del entorno era subjetiva, Dreikurs concluyó que el “mal comportamiento” era el resultado de una suposición equivocada del niño sobre cómo encajar y obtener cierto estatus.
Dreikurs propuso un método de crianza y pedagógico que estimulaba el comportamiento cooperativo. Creía que todos estamos motivados para crecer y desarrollarnos y que debíamos encontrar el propósito inconsciente detrás del comportamiento del niño, preguntándonos qué necesidades satisfacía y qué sucedía como resultado del comportamiento. Él identificó cuatro objetivos que podrían explicar el “mal comportamiento” del niño: a) llamar la atención, b) obtener poder y control, c) desquitarse y d) mostrar impotencia o incapacidad. Creía que un niño que se portaba mal era un niño descorazonado y, por lo tanto, propuso el uso del estímulo (en vez del elogio).
La actual escuela de Adler, basada en el método de Dreikurs, tiene como objetivo graduar profesionales que puedan contribuir a aliviar los asuntos sociales y globales.
Tanto Dreikurs como Adler se refirieron a su estilo de crianza como democrático. Un estilo de crianza democrático, postulan los seguidores de Adler, permite que el niño se sienta amado y aceptado, seguro de poder superar dificultades, estimulado por sus logros y contribuciones. En las escuelas adlerianas, a los niños se les ofrecen desafíos apropiados para su edad, de manera similar a lo que se encuentra en las escuelas Montessori. Los niños también pueden avanzar y aprender a su propio ritmo. Como se mencionó anteriormente, la Dra. Jane Nelsen (con Lynn Lott) se basó en las ideas de Dreikurs para desarrollar el método que llamó “disciplina positiva” como una mejor alternativa a un sistema basado en castigo y recompensa.
La evolución consciente incluiría la adopción de métodos pedagógicos que respondan efectivamente a los desafíos presentados por el contexto socioeconómico y político actual. Necesitamos una pedagogía holística que promueva la justicia social y sistemas económicos sostenibles, donde sea posible la convivencia armónica.
En Free Schools, Free People (Escuelas libres, personas libres – Sunny Press, 2002), el educador Ron Miller, postuló que:
la educación holística es una filosofía de la educación basada en la premisa de que cada persona encuentra identidad, significado y propósito en la vida a través de conexiones con la comunidad, con el mundo natural y con valores humanitarios como la compasión y la paz […] la educación holística tiene como objetivo llamar a las personas a sentir una reverencia intrínseca por la vida y un amor apasionado por el aprendizaje.
La neurociencia nos enseña que nuestro cerebro, como un jardín, está vivo y en constante cambio, no estático, sino siempre adaptándose. Todavía estamos lejos de comprender por completo cómo esta nueva comprensión sobre la maleabilidad y la plasticidad del cerebro se puede aplicar positivamente a la educación de los niños o a sanar los cerebros adultos. Sin embargo, los nuevos avances científicos proporcionan evidencia de que el mundo se beneficiaría de pedagogías que estimulen un desarrollo cerebral saludable.
Crianza y educación en el amor
Podemos promover la crianza de los hijos en y por amor, basada en el respeto mutuo entre educadores, padres e hijos. Tal sistema favorecería la comprensión de las necesidades de pertenencia y de sentirse significativo que el menor tiene.
Los modelos educativos y de crianza que, en lugar de promover la autonomía, el pensamiento crítico y la creatividad, se centren en lo que creemos que el niño debe alcanzar, tienen repercusiones negativas no solo sobre el niño sino sobre la sociedad. Estándares imposibles llevan a un intento de moldear a la fuerza el comportamiento, las emociones y los procesos cognitivos de los niños.
[1] Miller ha escrito varios libros que merece la pena leer. Recomiendo especialmente: El drama del niño dotado: en busca del verdadero Yo. (1996) y en El saber proscrito. (1981). Ella discute el tema de la pedagogía venenosa en su blog: www.alice-miller.com.
[2] J. Durrant and R. Enson, (2012, septiembre 4), Physical Punishment of Children: Lessons de 20 Years of Research, (Castigo físico en los niños: Lecciones de 20 años de investigación), CMAJ, 184 (12) 1373–1377.
[3] J. Krevans and J. C. Gibbs, (1996, diciembre): Parents’ Use of Inductive Discipline: Relations to Children’s Empathy and Prosocial Behavior, (El uso de disciplina inductiva por los padres: Relación con la empatía y el comportamiento social del niño), Child Development 67(6) 3263–77.
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